La propuesta de un pacto de Estado por la Educación del ministro Gabilondo tiene los caracteres propios del abrazo del oso. Un pacto así es objetivamente algo bueno y supone que el partido gobernante es capaz de renunciar a un programa de máximos para incorporar ideas de la oposición cuando se plantea a inicios de legislatura pero supone un intento de atar al futuro gobierno cuando se propone por parte de un gobierno saliente a otro con claras posibilidades de formar el futuro gobierno.
No se puede argumentar que es un pacto entre dos pues quien plantea el documento inicial juega en casa. La contra-estrategia del PP parece buena; no negarse en redondo para no dar la impresión de estar en contra de todo y buscar la firma de cuestiones puntuales en las que ambos están realmente de acuerdo y que en todo caso el nuevo gobierno hubiera planteado a la futura oposición.
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