Uno de los procesos más arriesgados dentro de los partidos políticos consiste en la renovación de sus líderes autonómicos. Es difícil sobre todo en el caso de estar en el gobierno ya que generalmente quien gobierna la región adicionalmente tiene el control del partido allí (y más si lleva tiempo en el poder). En este caso la tentación de nombrar a dedo a un sucesor dócil cuyo único mérito es ser fiel es muy fuerte. Estos sucesores no han salido de ninguna selección competitiva, sea mediante democracia interna, sea de uno de los ganadores de elecciones locales y, por lo general, carecen del perfil de quien los nombra.
Esto abre una oportunidad de cambio para la oposición donde no tenían esperanzas de ganar; Barreda en Castilla La Mancha o Griñan en Andalucía son buenos ejemplos de ello. El tema es que como los poderes regionales y locales son trampolines para las generales, un error de cálculo también arriesga las nacionales.
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