Al final el PSOE ha anunciado su esperada reforma laboral tras varias semanas con el sonido de fondo.
Lo interesante de la misma ha estado en el proceso de negociación tras el anuncio de que "el gobierno iba a sudar la camiseta para lograr que los interlocutores sociales llegaran a un acuerdo". En realidad este acuerdo todo el mundo sabía que no era posible.
Por un lado los sindicatos no estaban interesados en negociar pues aunque en una negociación en estas circunstancias podían haber perdido menos, su desgaste hubiera sido mayor pues suponía "tragar" con el abaratamiento del despido. En esto los trabajadores perdían menos, pero ellos perdían más y en las negociaciones no se puede olvidar el propio interés de quien está sentado en la mesa.
POr otro los empresarios esperaban sacar una reforma de máximos gracias a la presión internacional. Ellos tampoco tenían mucho aliciente por negociar pues un acuerdo podía implicar sacar menos de lo que esperaban que el gobierno les diese por decreto (aunque al final no hayan conseguido todo al no clarificarse las causas objetivas de despido).
Por último, el gobierno, con la obligación de sacar algo adelante para poder ir al ECOFIN con los deberes hechos. Estos se debatían entre su aversión a hacer esta medida y la necesidad de que la reforma gustase a los poseedores de bonos que son los que tienen que comprar nuestra deuda.
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