A medida que se acercan las elecciones catalanas los miembros del tripartito intentan marcar distancias entre ellos. ERC ya ha anunciado que no volverá a pactar con Montilla y Montilla no ha dudado en desautorizar a miembros de su gobierno de ERC y a proponer que no se multe a los que incumplan la normativa lingüistica.
Por un lado, la actitud de ERC no tiene mucho de mérito. Una vez está claro que el PSC no gobernará otra vez y que quien con alta probabilidad conseguirá la Generalitat será CIU, es una forma de empezar a moverse buscando una posible alianza con los convergentes si estos no consiguen la mayoría absoluta. La actitud de Montilla también hay que leerla en clave electoral, intentando marcar su propio perfil cerca de las elecciones. Esto es algo que es más difícil de entender. Es cierto que los periodos preelectorales influyen en el resultado electoral, pero lo que resulta del todo inverosímil es pensar que una actitud pocas semanas antes de las elecciones puede cambiar una imagen forjada durante años de mandato. Los electores tienen memoria y no son tontos.
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