Lo confiesen explícitamente o no, los gobiernos europeos -al menos los que son más capaces de analizar las situación entre los que no considero al nuestro- miran con preocupación los sucesos revolucionarios del norte de África. África es el continente más pobre y caótico y el que hubiese una serie de naciones intermedias pegadas a nuestras fronteras actuaba como tapón frente a los países más al sur. Estos países amortiguaban las diferencias entre la Europa rica y el África pobre y eran garantía de nuestra estabilidad. A esto hay que sumarle el activo papel que jugaban conteniendo del terrorismo islámico. La contrapartida es que mirábamos hacia otro lado cuando ante la violación de los derechos elementales de las personas y concedíamos ayudas a países que eran incapaces de lograr avances significativos en el desarrollo de sus pueblos.
De repente, uno tras otro, están cayendo estos regímenes autocráticos que parecía iban a estar ahí para siempre. Lo curioso es que hace pocas semanas nadie había sido capaz de predecir estos acontecimientos. Realmente no tenemos ni idea de lo que va a pasar; no sabemos si al final nos esperan regímenes con mayor participación política de los ciudadanos, el caos y la inestabilidad, el ascenso del islamismo político u otro escenario que no contemplamos entre las alternativas.
Por si acaso deberíamos huir de las explicaciones simplistas que etiquetan a unos de buenos y a otros de malos y mantener una sana preocupación. Nos jugamos más de lo que parece.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario